te decía los días interminables,
te decía regalele flores cada día,
te decía acosela
con su proverbial galantería...
te dije de islas... de aguas tranquilas
de aguas abruptas y de ensenadas.
No te llegué ni a la mitad de lo que buscaba
y ahora sin furtivismos,
ni barreras siquiera
sin verte, como si fueses
una frontera que
a veces ni está.
Me delata el anhelo y me desasosiega la
copla eterna del permiso por temor al
rechazo.
La vida es un camino de ida, no de
retorno,
ni de vuelta,
temo que se me haya escapado un bello
tren... tan solo por querer encontrar la
óptima estación.
No primavera, no apeadero...
no tren.
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